Todo lo que hemos dicho sobre el "Sirr" (secreto espiritual) y de la realización efectiva de éste por la iniciación, concierne a la vía iniciática llamada, por ello, "Tarîq Es-Sirr": la vía del secreto espiritual.
Ésta confiere la posibilidad de una realización espiritual efectiva, cuya finalidad es el Conocimiento de Allâh.
Todo fundador de una vía espiritual (Tarîqa) es pues un gnóstico que posee efectivamente este "Sirr", y que lo transmite por la iniciación. Como hemos visto, la herencia de este "Sirr" no deriva de la propia voluntad de quien lo detenta, ni de una transmisión física de padre a hijo, si bien esta última modalidad tampoco es excluída. Cuando un maestro espiritual funda una vía iniciática, el "Sirr" o secreto iniciático no continúa forzosamente, tras la desaparición de este maestro, transmitiéndose dentro de la misma vía que él ha fundado.
El "Sirr" es pues lo que constituye, de cerca o de lejos, el origen de la fundación de toda vía espiritual en el Islam. Es la transmisión de este "Sirr" lo que, más allá de la divergencia aparente de las numerosas vías espirituales (Darqawiya, wazzaniya, tijaniya, etc...), constituye su unidad profunda. Esta unidad esencial de todas la vías espirituales, nos permite comprender porque los sufíes dicen que, en todas las épocas es siempre el maestro espiritual que detenta el "Sirr" quien influye espiritualmente en todas las demás vías espirituales, incluso si éstas últimas no son siempre conscientes de ello. Pero ocurre a menudo que los representantes de las diversas vías espirituales, vienen efectivamente a renovar el pacto de la iniciación (Tajdîd El ´Ahd) con aquel que es considerado poseedor en su época del Secreto espiritual (Mûl Es-Sirr), y que es conocido también como el "maestro de la hora" (Mûl El-Waqt). Cada maestro espiritual poseedor del "Sirr", funda una vía espiritual que lleva generalmente su nombre. El heredero espiritual de su "Sirr" (Warîth Sirrihi) fundará, a su vez, una vía espiritual que llevará su propio nombre, etc...
De esta forma, llegamos a tres consecuencias inmediatas:
- La transmisión del "Sirr" constituye una tradición ininterrumpida, y todos los sufíes coinciden en decir que todas las cadenas (Silsila) de sus genealogías iniciáticas, remontan al Profeta, quien está en el origen de toda Tradición espiritual en el Islâm.
- La vía iniciática que ha perdido el "Sirr" después de la desaparición (física) del maestro espiritual que la ha fundado, deviene lo que se llama una vía de "Tabarrûk" (Tarîq Et-Tabarrûk), término sobre el que trataremos más adelante.
- Un vía "Tabarrûk", aun habiendo perdido el "Sirr", y no pudiendo pues permitir una realización espiritual efectiva de sus miembros, mantiene sin embargo la posibilidad de recobrar este "Sirr", que subsiste de una forma virtual, potencial.
Lo cual es fácil de comprender, si recordamos lo dicho sobre la unidad esencial de todas las vías espirituales. Ocurre entonces a menudo que alguno de los miembros de una vía del "Tabarrûk", puede acceder, gracias a los distintos vínculos iniciáticos, a una realización espiritual efectiva del "Sirr", e introduce de nuevo ese "Sirr", dándole así el carácter de una verdadera vía iniciática.
Pero, como hemos tenido ocasión de repetir, todo esto no tiene nada que ver con decisiones individuales, que no pueden ser más que ilusorias, sino con imperativos espirituales que se expresan especialmente por el "Idhn" (autorización espiritual) dado por los distintos maestros de la iniciación. Esta misma pluralidad de maestros se refiere a los distintos grados de la iniciación, representados por el conjunto de los santos llamado: Diwân Es-Sâlihîn.
Pero volvamos a la vía del "Tabarrûk". Ésta se presenta como una vía espiritual, en la que se siguen transmitiendo las fórmulas del "Dhikr" (invocaciones a Dios y al Profeta), cuyo conjunto constituye el "Wird" esdivcido por el fundador original de la vía en cuestión, en función de cada discípulo y de sus propias necesidades espirituales.
En vida, el fundador de la vía confiere una iniciación espiritual verdadera, asumiendo su tarea de dirección espiritual en función de las posibilidades de sus discípulos. El punto central de esta educación espiritual era, como hemos visto (capítulo XIV), el hecho de que el Shaykh sea contemporáneo de sus discípulos, y que posea efectivamente el "Sirr".
A la muerte del Shaykh, si un heredero espiritual no ha sido designado expresamente por el mismo Shaykh, la transmisión del "Wird" continua, no obstante, teniendo lugar en la misma vía, en general por un Muqaddem (responsable designado en vida del Shaykh, pero cuya designación en ningún caso se confunde con la de un verdadero maestro espiritual), o incluso, por los mismos miembros de la familia del Shaykh.
Si bien el "Sirr" no puede seguir siendo efectivamente transmitido más que mediante un maestro espiritual "vivo" (es decir contemporáneo a sus discípulos), no ocurre lo mismo con la "Baraka". Ésta es una influencia espiritual de menor grado, que representa el aspecto potencial o virtual del "Sirr". Hemos tenido ya ocasión de dar algunos detalles sobre este término (ver capítulo XI).
En la vía del "Tabarrûk" subsiste pues una influencia espiritual. Opera a través de la transmisión del "Wird", a través de sesiones colectivas del "Dhikr" (invocaciones), y, en fin, a través de la propia tradición de la vía que, aunque virtual, continua transmitiéndose por la forma de ser y la educación de sus miembros. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre la vía del "Sirr" y la del "Tabarrûk". La primera, tiene como finalidad consciente la de acercarse (Taqarrûk) a Dios. La iniciación consistirá en desnudar (Tajarrud) al discípulo de todo atadura material o espiritual, para orientarlo únicamente al Conocimiento de Dios. Los sufíes dicen que no adoran a Dios, ni por deseo del Paraíso ni por temor al Infierno, sino porque es, en Sí mismo, digno de adoración. La segunda vía no permite, por sí misma, que el discípulo alcance este despojamiento. Se convierte pues en un lugar dedicado, más específicamente, al estudio y a la devoción (El ´Ibâdat). Su finalidad es, ante todo, la salvación del alma, y no el conocimiento divino (El Marifa).
La vía del "Tabarrûk" es de este modo, intermediaria entre la generalidad de los creyentes, que siguen las reglas de la Sharî´a pero que no por ello adhieren a una vía espiritual, y la vía del "Sirr", que es verdaderamente la vía de la realización espiritual. Encontramos aquí los tres niveles distinguidos por Ibn Khaldûn (ver más arriba). Sin embargo, conviene precisar que no se trata de tres dominios separados. Hemos tenido ya ocasión de ver que cada grado del Ser contiene esencialmente a todos los que le están subordinados (ver capítulo III). Aquí, ocurre lo mismo: la vía del "Sirr", contiene, en realidad, a todos los demás grados que le son subordinados, y en consecuencia, a todas las formas de adoración (´Ibâdât) propias de las demás vías, que se integran en función del más alto grado de la realización espiritual, que es la del Conocimiento divino.